74Panorámica de Quito y el Valle de Pomasqui desde el Casitagua. Foto por Carlos Benavides.
La primera vía que conectó a Quito con el norte de la costa Ecuatoriana fue ideada por Pedro Vicente Maldonado en su proyecto de unir a la capital con Esmeraldas.
Este camino se abrió por la parte norte de la ciudad donde existe un poblado nacido en épocas prehispánicas pero establecido oficialmente en julio de 1573 bajo el nombre de Santa Clara y Rosa de Pomasqui.
Se teoriza que este valle era habitado incluso antes de los Incas por el pueblo Caranqui, pero esta teoría no es tan aceptada como la que habla de que se pobló con personas traídas desde otras partes del incario por Huayna Cápac para labrar la tierra y establecerse para seguir en el camino de la conquista hacia el norte.
Alrededor de su nombre existen varias teorías pero la más aceptada es la que habla de que “Pomasqui” viene del quichua “Puma-siqui” que significa “guarida de los Pumas, animal nativo de la zona.
El Cotopaxi desde San Antonio. Foto por Carlos Benavides.
Seguramente todos los quiteños conocen de este lugar, característico por su clima árido, sus intensos soles, polvaredas y escazas lluvias; más conocido aún por albergar el monumento a la Mitad del Mundo en su parroquia aledaña de San Antonio, la cual para fines de este ensayo incluiremos debido a que buscamos analizar este piso climático como uno solo, donde se encuentran interesantes productos, buenos paisajes y lugares y un clima bastante acogedor.
Paisaje en Pomasqui y San Antonio. Fotos por Carlos Benavides.
La entrada a este valle se hace a través del paso entre los cerros Casitagua y Pacpo, siendo estos los guardianes de la zona; por el medio pasa el Río Monjas que lamentablemente es uno de los focos de contaminación de agua más importantes de la ciudad y todo este espacio se encuentra sobre la falla de Quito.
El paisaje aquí es muy característico, la tierra es seca y hace mucho sol, suele haber grandes ventiscas que chocan en el cañón del río y a veces forman tormentas de arena. En las laderas de los cerros vemos muchos arbustos y pencos, en el medio de la carretera incontables árboles de Molle y por ahí alguno que otro árbol de flores amarillas (tronadores), arrayanes, eucaliptos y pinos.
Con el pasar del tiempo me he vuelto más observador y he podido reconocer más plantas y árboles de las cuales he llegado a aprender, entre ellos he identificado que se encuentran comúnmente: Tzinzo, chuquirahuas, pumamaki, tronadores, chochos o lupines, acacias, mora, arupos y hasta nogal.
Molle en San Antonio. Foto por Carlos Benavides.
Fascina ver lo cruel que puede ser el sol en esta parte de la ciudad y esto es debido a la aproximación con la latitud 0, pero seguramente todo aquel que ha estado aquí en verano a mediodía se ha sorprendido pensando en cómo sobreviven las plantas y los animales; sin embargo y a pesar de estas condiciones, Pomasqui como poblado siempre ha sido utilizado como un lugar de producción agrícola y abastecimiento para los mercados quiteños. Puntualmente aquí se produce maíz, fabáceas como el fréjol y las habas, chochos, zapallo, lechugas, cereales, aguacate, cítricos, tunas y leguminosas.
En Pomasqui se buscó fundar la tradición de la vitivinicultura desde la colonia y hasta mediados del siglo XX existían viñedos que fueron desapareciendo con el pasar del tiempo debido a que el cultivo de estas plantas no fue muy fructífero.
A principios de este año subí por primera vez junto con José Xavier, otro miembro de Spora, al cerro Casitagua y una vez arriba pude ver por primera vez en mi vida una perspectiva del lugar donde he habitado desde mi nacimiento que me abrió los ojos y la mente a entender el potencial y el valor que tiene este valle. Desde allí arriba se puede observar claramente todos los volcanes que rodean a la ciudad de Quito, casi toda la parte norte de la misma, todo el corredor geográfico que representa el valle de Pomasqui para entrar en el Chocó andino y tristemente los rastros del humano, como la grave erosión de las laderas de las montañas por la extracción de materiales de construcción informal en las canteras, la erosión del cañón del río monjas donde cada vez hay más asentamientos humanos informales, la contaminación del mismo río y la ya muy visible capa de smog que recubre a toda la capital.
Fotos desde el Casitagua. Fotos por Carlos Benavides
Durante todo el trayecto de subida y bajada pudimos ver mucha contaminación de basura en la montaña y rastros de los incendios que ha sufrido la misma y sin sorpresa a nuestra baja expectativa, ningún animal silvestre aunque un poco de rastros de su presencia.
Pensar en que este territorio antes era hogar a Pumas y ahora saber que se encuentran casi extintos es triste y desesperanzador; el crecimiento demográfico de la capital ha sido muy desordenado y este lugar no es la excepción; sumado a que a partir de la reforma agraria de los 60s ha sido uno de los mayores focos de migración de personas del campo hacia la capital.
Incendio en el Casitagua (2019). Foto por Carlos Benavides
Sin embargo las personas en sí no son todo ni la mayoría del problema, si no muchas de las industrias que aquí se han asentado debido a que mucho del parque industrial de la ciudad se extendió a estas zonas junto con Calderón. La regulación del manejo de desechos contaminantes ha sido siempre una gran problemática en nuestro país debido a la corrupción e informalidad en el establecimiento de protocolos y sanciones, lo cual ha sido un punto del que muchas industrias se han aprovechado para justificar sus procesos contaminantes descarados de los que somos cada vez más testigos y afectados por sus consecuencias.
Algo se ha mejorado en estos aspectos pero nada cerca de lo necesario, aún se contamina el río, aún existen canteras ilegales, aún se construye en áreas protegidas de los bosques y aún la gente contamina ignorantemente en su cotidianidad.
A costa de todos estos agravantes este valle sigue siendo una gran cuna de diversidad natural, donde existe un grandísimo potencial de desarrollo sostenible y responsable; pese a sus suelos áridos la agricultura tiene inmenso potencial aquí puesto a que el suelo es volcánico lo cual lo vuelve altamente fértil. Esta característica es una herencia de la actividad volcánica colosal que tuvieron el Pululahua (hace alrededor de 2.200 años) y el Casitagua que ya está extinto.
Esto sumado a sus grandes vientos y abundante sol aportan una gran ventaja al desarrollo agrícola responsable, siendo el mayor inconveniente la irrigación, la cual se puede solucionar puesto a que por debajo del suelo de la zona se conoce que hay una concentración considerable de agua en pozos y filtraciones naturales del agua que baja desde el páramo del Pichincha.
Suelo volcánico a los alrededores del Pululahua. Fotos por Carlos Benavides.
Pienso que si fomentamos el rescate de los ecosistemas naturales de esta zona podemos enriquecernos con la producción basada en los recursos alimenticios primarios y secundarios de los mismos, es decir fomentar la producción tecnificada y establecida eficientemente de forma que no sea nociva con el terreno.
Algunos de los productos importantes de esta zona como el Penco azul están siendo revalorizados por personas que han decidido generar subproductos bien conceptualizados y manufacturados como el destilado de Chawarmiski, el Chawarkero como material de construcción y decoración y las alcaparras del mismo como alimento.
Este mismo proceso puede darse con plantas como el Molle, el Tzinzo y los lupines si personas y proyectos con interés y potencial regresan su mirada a estos recursos y realizaran la investigación correcta para comenzar a utilizarlos de manera integral, aprovechando los distintos beneficios que estas platas que son muy generosas nos pueden ofrecer.
Chawakero en el Casitagua. Foto por Carlos Benavides.
Solo de esta manera, entendiendo y dando valor a los productos a través de su correcto aprovechamiento podemos ser agentes de desarrollo integral para nuestra comunidad y así aportar a la sociedad. Este escrito busca hablar de un lugar que ha perdido la atención de muchos productores, empresas y artesanos con mucho talento y potencial para poner en conocimiento las riquezas de este valle, que puede florecer y prosperar en el futuro retribuyendo a quienes lo trabajen. Así que hago un llamado a interesarnos e investigar estos recursos para ponernos manos a la obra y generar ideas que aprovechen estas riquezas y puedan revolucionar nuestras costumbres.
Solo en base a buenos productos hechos en base a buenas ideas es que podemos enriquecer nuestra cultura, sea esta gastronómica, artística, económica y demás.
¡Así que observemos con detenimiento este valle al norte de Quito y veamos que podemos aprender y aprovechar!
Amanecer en Pomasqui. Foto por Carlos Benavides.
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